El primer obstáculo que encontré una vez creía acabado el
libro es que el texto estaba plagado de errores: ortográficos, gramaticales y
tipográficos. Me esperaba este hecho; sin embargo, lo que no
me podía imaginar es que al leer el texto por quinta vez todavía siguiera
encontrando errores. Incluso llegó un punto en el cual ya no veía mis propios
fallos. Estaba tan acostumbrado a leer ese texto que no prestaba la atención
que prestaría un nuevo lector.
En este caso la mejor opción es tirar de familiares y
amigos. Sobre todo de los primeros, a los amigos les puedes pedir una opinión
sobre el libro, pero para que alguien se pase unos días leyendo tu libro y
además vaya corrigiendo las faltas que detecte, haciendo tachones y sugiriendo
sinónimos; créeme, hay que tener bastante confianza con esa persona.
Otra opción que pensé fue la de que un tercero, previo pago,
lo corrigiera. Hay que tener en cuenta que hay aspectos de un texto que va más
allá de la simple corrección ortográfica. Por ejemplo la construcción de los
diálogos: los guiones que no son el pequeño guión medio “-“ sino este otro “—“ que aún a día de hoy no sé reproducir
en el teclado, o el uso de las claves para indicar la continuación de un
diálogo tras un punto y a aparte “»”.
Esos aspectos se le escapan a uno que escribe una novela por primera vez.
El hecho es que
aún hoy veo algún error en el texto. Espero que si descargáis la novela “El
triángulo del silencio” seáis benévolos en este sentido.
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